Paraíso de luz

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Los cascabeleos en la mañana
y a mediodía el sol, bañando
todo lo que recuerdo,
como el mar verde, bañan
aquellos tiempos iluminados.
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Una ráfaga de viento
coronando con las aves
la arena unos metros más allá.
La tarde breve, el olor a sal.
Una tarde que no quise que acabara.
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Los susurros que escuchaba
a unos metros de la bahía
fueron desapareciendo bajo las nubes,
la calma era a veces agitada
como las dunas de la mansión.
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Muchos años, en una alameda,
la piedras de la costa
soportaban mis pasos lejos
de la marejada. No conocía
las brumas, sólo ríos del norte
y aguas más transparentes
pero más frías. El calor
e ir sin ropa eran un premio.
No olvido cuando corría
en los terrenos ganados al mar.
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Otras alas, pájaros que no volaban,
en la arena tras el puente
al que íbamos con marea baja.
En los domingos junto al club
siempre vuelven.
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