Un crepúsculo
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Cuando llegue el día desaparecerás para siempre, ha sido bonita está última oportunidad, nos debíamos una última noche y ha sido mágica como la creíamos, como la soñábamos. Cuernavaca es tan lindo cuando la luz, algo de luz, permite verla, siempre la he admirado con las primeras gotas de rocío sobre sus calles, sobre los riscos, con los primeros rayos en los castillos que divisamos, las nubes sobre un cielo tranquilo en la primavera eterna. Te retengo entre mis brazos y te beso, así será hasta que llegue la mañana, hasta que salga el sol, recordaré las oscuras noches en las que, felices, me acariciabas bajo el porche de la casa de campo de tus padres, las recordaré y las llevaré siempre conmigo, en mi cabeza, en mi frente, en mi pecho, como la vista dos meus ollos de Rosalía de Castro, la llevaba con ella aún estando lejos, aún no sabiendo cuándo la iba a ver, así, así es todo, preciosa, así es desde que te has ido, tengo grabados en mi mente esos momentos, grabados como un tatuaje. Aquel día que viajamos en el autobús cerca de la Plaza de España, antes de tener mi Peugeot 205, y comimos unas patatas con carne en un bar cercano, lo que me decías, que tu vida gracias a mí había salido del túnel, de ahí, de la desconfianza en la raza humana, ¡no sabes lo que llegó a ser mi vida por ti!
....Cierro los ojos, miro hacia a la eternidad, sé que desaparecerás, te desintegrarás, por unos segundos me fusiono con la naturaleza, no necesito nada más para ser feliz, para tener dicha, para ser la dicha, la pura celebración de una manifestación vital gozosa, se me olvida que ya no estás conmigo aunque en este preciso instante lo estés. Quiero ser una estrella más junto a ti, una estrella más en el firmamento, vivir contigo las noches luminosas, las noches frías, las noches oscuras, noches estrelladas. Ay (suspiros) no te vayas nunca, no vuelvas a dejarme, ya sé que no es posible, ya sé que has vuelto para ofrecerme una última vez, no más, ya sé que es imposible, pero, por favor, no te vayas (susurrando). Echo de menos cuando me decías que no bebiera, que me estaba pasando con el alcohol, me viene bien para escribir, me engrasa, te contestaba, ya sabes, Bukowski, Hemingway, Cernuda y todos esos grandes genios. ¿Cernuda?, la verdad es que dudo si es aplicable a Cernuda, pero me hace ilusión creerlo. Pero sí, ¡sí!, sí que fuimos felices, ¡claro que lo fuimos!, ¡y cómo!, nos daba igual que la piscina tuviera verdín y que esa noche estuviera cerrado el restaurante árabe que tanto nos gustaba, volvimos a casa con la brisa de septiembre refrescando y pedí algo de cenar a ese restaurante barato, como siempre tuve que llamar yo porque tú tenías pánico a hablar por teléfono con los desconocidos; benditas manías que ahora extraño tanto. Te acaricié la barriga y nos tumbamos en el sofá, no recuerdo si esa noche hicimos el amor, pero si lo hicimos debió ser como siempre algo mágico: vuelve a besarme, vuelve a abrazarme, acaríciame el pecho otra vez. Y no paro de pensar en aquella otra noche en el hostal cerca del Cinema Metrópolis que me pasé con las copas y, a pesar de todo, para mí fue uno de los momentos más bellos de mi vida, aunque dijeras que tenías ganas de llorar; qué egoísta es la pasión. Cuántas veladas de ensueño pasamos hasta que llegó el momento aciago. Hablábamos de la polémica que manteníamos sobre cuál de los dos era el mejor, «Cohen es un poeta, susurra, te sopla, te acaricia los oídos, su dicción suave y clara y melancólica hace estremecerse», «no, no, ni comparación con Dylan, es el mejor compositor de la historia», «pero su voz es desagradable, es molesta», «es sobria, pero desagradable no, es como tiene que ser, sin concesiones». Ahí estábamos, “Bird on the Wire”, “Mr. Tambourine Man”; “Chelsea Hotel”, “Like a Rolling Stone”; y qué hay de los nuestros, los latinos, Víctor Jara, “Te recuerdo Amanda”… Ahí estábamos cuando nos deslumbraron las luces de aquel coche, la frenada «iiiiiiiiihhhh» que chirría, un segundo que tarda una eternidad, una bocina, la oscuridad que se detiene, un grito y todos esos años después sin ti, y ahora, por fin, te vuelvo a tener aquí en la playa, junto a la orilla, en la arena, aún mojada, mirando al horizonte, con el crepúsculo escapando. La luz ya casi lo inundaba todo, fui a abrazarla, a retenerla entre mis brazos por última vez, y entonces se esfumó.
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Cuando llegue el día desaparecerás para siempre, ha sido bonita está última oportunidad, nos debíamos una última noche y ha sido mágica como la creíamos, como la soñábamos. Cuernavaca es tan lindo cuando la luz, algo de luz, permite verla, siempre la he admirado con las primeras gotas de rocío sobre sus calles, sobre los riscos, con los primeros rayos en los castillos que divisamos, las nubes sobre un cielo tranquilo en la primavera eterna. Te retengo entre mis brazos y te beso, así será hasta que llegue la mañana, hasta que salga el sol, recordaré las oscuras noches en las que, felices, me acariciabas bajo el porche de la casa de campo de tus padres, las recordaré y las llevaré siempre conmigo, en mi cabeza, en mi frente, en mi pecho, como la vista dos meus ollos de Rosalía de Castro, la llevaba con ella aún estando lejos, aún no sabiendo cuándo la iba a ver, así, así es todo, preciosa, así es desde que te has ido, tengo grabados en mi mente esos momentos, grabados como un tatuaje. Aquel día que viajamos en el autobús cerca de la Plaza de España, antes de tener mi Peugeot 205, y comimos unas patatas con carne en un bar cercano, lo que me decías, que tu vida gracias a mí había salido del túnel, de ahí, de la desconfianza en la raza humana, ¡no sabes lo que llegó a ser mi vida por ti!
....Cierro los ojos, miro hacia a la eternidad, sé que desaparecerás, te desintegrarás, por unos segundos me fusiono con la naturaleza, no necesito nada más para ser feliz, para tener dicha, para ser la dicha, la pura celebración de una manifestación vital gozosa, se me olvida que ya no estás conmigo aunque en este preciso instante lo estés. Quiero ser una estrella más junto a ti, una estrella más en el firmamento, vivir contigo las noches luminosas, las noches frías, las noches oscuras, noches estrelladas. Ay (suspiros) no te vayas nunca, no vuelvas a dejarme, ya sé que no es posible, ya sé que has vuelto para ofrecerme una última vez, no más, ya sé que es imposible, pero, por favor, no te vayas (susurrando). Echo de menos cuando me decías que no bebiera, que me estaba pasando con el alcohol, me viene bien para escribir, me engrasa, te contestaba, ya sabes, Bukowski, Hemingway, Cernuda y todos esos grandes genios. ¿Cernuda?, la verdad es que dudo si es aplicable a Cernuda, pero me hace ilusión creerlo. Pero sí, ¡sí!, sí que fuimos felices, ¡claro que lo fuimos!, ¡y cómo!, nos daba igual que la piscina tuviera verdín y que esa noche estuviera cerrado el restaurante árabe que tanto nos gustaba, volvimos a casa con la brisa de septiembre refrescando y pedí algo de cenar a ese restaurante barato, como siempre tuve que llamar yo porque tú tenías pánico a hablar por teléfono con los desconocidos; benditas manías que ahora extraño tanto. Te acaricié la barriga y nos tumbamos en el sofá, no recuerdo si esa noche hicimos el amor, pero si lo hicimos debió ser como siempre algo mágico: vuelve a besarme, vuelve a abrazarme, acaríciame el pecho otra vez. Y no paro de pensar en aquella otra noche en el hostal cerca del Cinema Metrópolis que me pasé con las copas y, a pesar de todo, para mí fue uno de los momentos más bellos de mi vida, aunque dijeras que tenías ganas de llorar; qué egoísta es la pasión. Cuántas veladas de ensueño pasamos hasta que llegó el momento aciago. Hablábamos de la polémica que manteníamos sobre cuál de los dos era el mejor, «Cohen es un poeta, susurra, te sopla, te acaricia los oídos, su dicción suave y clara y melancólica hace estremecerse», «no, no, ni comparación con Dylan, es el mejor compositor de la historia», «pero su voz es desagradable, es molesta», «es sobria, pero desagradable no, es como tiene que ser, sin concesiones». Ahí estábamos, “Bird on the Wire”, “Mr. Tambourine Man”; “Chelsea Hotel”, “Like a Rolling Stone”; y qué hay de los nuestros, los latinos, Víctor Jara, “Te recuerdo Amanda”… Ahí estábamos cuando nos deslumbraron las luces de aquel coche, la frenada «iiiiiiiiihhhh» que chirría, un segundo que tarda una eternidad, una bocina, la oscuridad que se detiene, un grito y todos esos años después sin ti, y ahora, por fin, te vuelvo a tener aquí en la playa, junto a la orilla, en la arena, aún mojada, mirando al horizonte, con el crepúsculo escapando. La luz ya casi lo inundaba todo, fui a abrazarla, a retenerla entre mis brazos por última vez, y entonces se esfumó.
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Etiquetas: Absurdrealismo, alcohol, amor, bohemia, Bukowski, Cernuda, El Sueño de una Noche junto al Mar, Generación de la Primera Crisis Siglo XXI, Hemmingway, literatura, Realismo sucio, Recuerdos, Relato
2 comentarios:
hola cielo^^
qe termines tu dia de MARAVILLA un beso =P
Ouch... esto si que me ha dolido... snif... snif... como se ven las cosas luego... vaya... Cohen... snif.... snif... ya voy a lagrimear, asi que mejor acabo aquí. Precioso. Simplemente, precioso este escrito.
Cariños,
Mar.
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