Las estrellas de ese cielo sin contaminar
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..-No me creo que llames desde El Bonillo, la última vez que estuvimos allí juraste que no ibas a volver, que lo de aquella noche había sido demasiado. Parecías muy convencido cuando lo decías.
..-Ya sabes que nunca he sido demasiado persistente en mis opiniones, que no cumplo mis promesas, mis creencias nunca duran más de un día.
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..-No me creo que llames desde El Bonillo, la última vez que estuvimos allí juraste que no ibas a volver, que lo de aquella noche había sido demasiado. Parecías muy convencido cuando lo decías.
..-Ya sabes que nunca he sido demasiado persistente en mis opiniones, que no cumplo mis promesas, mis creencias nunca duran más de un día.
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..Y así era, se había dado cuenta de que no podía luchar contra su naturaleza, que la voluptuosidad que le cegaba a veces y la dirección que tomaba su vida no iba a cambiar y que, al fin y al cabo, eso tampoco le disgustaba. En cuanto a lo de aquella noche, no lo había podido olvidar, aún lo tenía marcado en su alma y en su cuerpo, tatuado para toda la eternidad, toda la existencia viajaría con ese equipaje, con el peso de la vida y la muerte sobre sus espaldas. Y todo había sido por la decisión de pasar esa noche en la casa rural que les habían recomendado en el pueblo, por el hecho de ir a disfrutar de su pasión bajo el aire puro del campo después de un buen guiso, de descansar en la ventana fumando un poco de picadura viendo como el viento de otoño abanicaba los árboles, de escuchar los grillos y observar la cantidad de estrellas que se divisaban en ese cielo sin contaminar… Y ahí fue cuando vio el humo sobre él, cuando se puso a investigar de dónde venía y no tardó en ver las llamas y esa vivienda cercana crujiendo, los techos crepitando y el caballo que estaba tapado relinchando y tosiendo al tragar el polvo negro que echaba el fuego; una tragedia, sin duda fue una tragedia, el miedo, los llantos, las paredes cayendo, el calor insoportable, la huida con el pequeño Guille en brazos, el calor abrasador, la viga que aplasta a su madre… Sí, una tragedia, al menos el pequeño Guille fue un impulso cada mañana, su alegría en las tardes, la ternura de sus noches, su principio, su fin y su todo, ese niño ha sido cuanto le había faltado siempre y necesitaba ver una vez más el sitio donde ocurrió todo. Para no volver jamás.
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Etiquetas: Generación de la Primera Crisis Siglo XXI, juventud, literatura, Nueva narrativa gaditana, Realismo sucio, Relato
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