LOS ROBAPERAS 2/2
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...Entonces, al nada de perderlas, Richi y Miki, su primo, encontraron una nave abandonada que se convirtió para ellos en la Casa Okupa. Era grande y estaba llena de basura, cascotes, tuberías, ratas y quién sabe qué más. Ellos sólo usaban la parte de arriba, que había sido la oficina de la antigua carpintería. La encontraron gracias a unos pibes de 13 y 14 años que rondaban por los alrededores y se la enseñaron y que siguieron yendo a veces con algunos amigos. Entraron por la ventana y después le pusieron una cerradura nueva. Metieron allí una televisión, un sofá, una estufa, un par de mantas, unos cojines, una videoconsola, pincharon la luz de una farola y ya era un sitio más que habitable, era el primer lugar que podían considerar suyo y no estaba nada mal. Habían estado otras veces en casas abandonadas pero ni punto de comparación, no eran suyas.
...Pero una tarde a Skopje lo fueron a buscar y le pegaron y empezó el declive de la casa. Unos chavales del Barrio del Pastel con los que se habían peleado el día anterior se enteraron de que tenían esa guarida y fueron allí. De los implicados en la pelea sólo estaba Skopje y él cargó con las culpas. Estoicamente. Protegió además a Rasty Michels para que no se vengaran, le preguntaron y dijo que lo arreglaran con él. Skopje apenas tenía 16 años. Debían ser unos 30 tíos, pero casi todos eran mayores de edad y lo echaron a pelear con uno de 15 años, y él se dejó pegar porque si no la que le podían dar entre todos era chica. Y poco después se colaron en la casa y rompieron todo lo que encontraron, menos mal que ya se habían llevado lo más valioso.
...Más o menos al año fue lo de la tunda que se llevó en El Malecón la noche que lo recogió Skopje y fueron a su bulevar a beber vino. En esa época iban mucho a unas discotecas infames, unos nidos de víboras, pasaban gratis y salían y entraban a sus anchas y si podían robaban algún bolso o alguna chaqueta. Ratas miserables.
...Las drogas se introdujeron en su rutina, pronto empezaron los trapicheos en el entorno y hasta viajaron a Marruecos varias a veces para traer hachís dentro de sus estómagos. Pero incluso eso se lo tomaban como algo divertido, como una excursión, era algo emocionante y nuevo: el viaje en barco, el paso de la aduana, los bocadillos de pinchitos... Y en el hostal se hartaban de fumar porros y algunos, por ejemplo Skopje, pillaban unas cuantas papelas y se las metían entre pecho y espalda. Skopje por último, poco antes de entrar en la cárcel, estuvo consumiendo hasta metadona y heroína rebujada con coca. Al principio no fue un problema –y en la mayoría de los casos nunca lo llegó a ser, a Rasty Michels mismo le trajo más el alcohol–, era divertido, les sentaban bien, pero fueron dando la cara y se vieron los efectos. Él había tenido algunos escarceos con la cocaína y se gastó mucho dinero, pero vio que no llevaba a ningún lado y lo dejó. Las pocas veces que consumió tranquilizantes sí que le trajeron consecuencias nefastas. A Richi sí que le sentaron peor y puede que ayudaran a desencadenar su enfermedad. De todos modos los momentos buenos en sus recuerdos juveniles y adolescentes eclipsaban a los otros; partidos de fútbol, noches felices, acampadas, tardes memorables, parecía que fue ayer cuando se pasaban las horas jugando a la consola y al ordenador, o tirados en un portal al lado del supermercado de descuento echando sus primeros cigarros y descubriendo la vida de la calle. Descubriendo el amor, la magia, la amistad, el dolor, el desengaño, la acción…
...Y volvió al presente y pensó que ahora era todo mucho más sórdido, esa noche, antes de volver, había estado en un local regentado por un tipo con la cabeza afeitada. Allí trabajaba una amiga y les hacían buenas ofertas. Había ido con David y José Luis. Recogieron a José Luis en su casa y estaba con su amante y la novia le llamaba y él le decía a la otra que no sé le ocurriera hablar y que desde la ventana se le podía ver. Y ya en el bar del calvo otro pelón, pero este con algunos cabellos sueltos y más gordo y destartalado, habló con David sobre meterlo a trabajar en unos pisos vigilando a sus putas, que le pagaban mil euros y se las podía follar y sólo tenía que encargarse de que les pagaran y no les hicieran nada. Él parecía interesado aunque después descartó la idea. José Luis se dedicaba a contarle su vida a los borrachos que encontraba por el bar y Rasty Michels miraba una máquina de dardos. David, cuando abandonó sus gestiones para entrar en el mundo de la prostitución, se puso a hablar de pesca y marisqueo con un señor mayor que trabajaba de barrendero y antes se buscaba las papas con eso. «Yo pa las doradas pongo pellejos de carajo de mar, a veces voy a coger coquinas», «pues yo voy a coger navajas y algunas mojarras los domingos pa choquear en la bahía», «ah sí, a veces también cojo muergos pero por el carril de al lao del tren. Y cañaíllas por Torregorda. El otro día cogí un robalo en el espigón de allí, de antes de llegar a las rocas de las marismas». Y él, que ya había captado la regularidad con la que las luces de la máquina de dardos, la de tabaco y la tragaperras cambiaban, ya no tenía dinero y poco podía hacer, así que se despidió y se fue. «Rasty Michels, esto no te lleva a ningún lado, se decía, a perder la salud, el dinero, a nada más, no te vale para nada, sí, pero te lo has jugado todo a una carta. Ay Rasty Michels, nunca cambiarás». Llega a casa y se sirve una copa. Tere y la niña ya duermen.
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...Entonces, al nada de perderlas, Richi y Miki, su primo, encontraron una nave abandonada que se convirtió para ellos en la Casa Okupa. Era grande y estaba llena de basura, cascotes, tuberías, ratas y quién sabe qué más. Ellos sólo usaban la parte de arriba, que había sido la oficina de la antigua carpintería. La encontraron gracias a unos pibes de 13 y 14 años que rondaban por los alrededores y se la enseñaron y que siguieron yendo a veces con algunos amigos. Entraron por la ventana y después le pusieron una cerradura nueva. Metieron allí una televisión, un sofá, una estufa, un par de mantas, unos cojines, una videoconsola, pincharon la luz de una farola y ya era un sitio más que habitable, era el primer lugar que podían considerar suyo y no estaba nada mal. Habían estado otras veces en casas abandonadas pero ni punto de comparación, no eran suyas.
...Pero una tarde a Skopje lo fueron a buscar y le pegaron y empezó el declive de la casa. Unos chavales del Barrio del Pastel con los que se habían peleado el día anterior se enteraron de que tenían esa guarida y fueron allí. De los implicados en la pelea sólo estaba Skopje y él cargó con las culpas. Estoicamente. Protegió además a Rasty Michels para que no se vengaran, le preguntaron y dijo que lo arreglaran con él. Skopje apenas tenía 16 años. Debían ser unos 30 tíos, pero casi todos eran mayores de edad y lo echaron a pelear con uno de 15 años, y él se dejó pegar porque si no la que le podían dar entre todos era chica. Y poco después se colaron en la casa y rompieron todo lo que encontraron, menos mal que ya se habían llevado lo más valioso.
...Más o menos al año fue lo de la tunda que se llevó en El Malecón la noche que lo recogió Skopje y fueron a su bulevar a beber vino. En esa época iban mucho a unas discotecas infames, unos nidos de víboras, pasaban gratis y salían y entraban a sus anchas y si podían robaban algún bolso o alguna chaqueta. Ratas miserables.
...Las drogas se introdujeron en su rutina, pronto empezaron los trapicheos en el entorno y hasta viajaron a Marruecos varias a veces para traer hachís dentro de sus estómagos. Pero incluso eso se lo tomaban como algo divertido, como una excursión, era algo emocionante y nuevo: el viaje en barco, el paso de la aduana, los bocadillos de pinchitos... Y en el hostal se hartaban de fumar porros y algunos, por ejemplo Skopje, pillaban unas cuantas papelas y se las metían entre pecho y espalda. Skopje por último, poco antes de entrar en la cárcel, estuvo consumiendo hasta metadona y heroína rebujada con coca. Al principio no fue un problema –y en la mayoría de los casos nunca lo llegó a ser, a Rasty Michels mismo le trajo más el alcohol–, era divertido, les sentaban bien, pero fueron dando la cara y se vieron los efectos. Él había tenido algunos escarceos con la cocaína y se gastó mucho dinero, pero vio que no llevaba a ningún lado y lo dejó. Las pocas veces que consumió tranquilizantes sí que le trajeron consecuencias nefastas. A Richi sí que le sentaron peor y puede que ayudaran a desencadenar su enfermedad. De todos modos los momentos buenos en sus recuerdos juveniles y adolescentes eclipsaban a los otros; partidos de fútbol, noches felices, acampadas, tardes memorables, parecía que fue ayer cuando se pasaban las horas jugando a la consola y al ordenador, o tirados en un portal al lado del supermercado de descuento echando sus primeros cigarros y descubriendo la vida de la calle. Descubriendo el amor, la magia, la amistad, el dolor, el desengaño, la acción…
...Y volvió al presente y pensó que ahora era todo mucho más sórdido, esa noche, antes de volver, había estado en un local regentado por un tipo con la cabeza afeitada. Allí trabajaba una amiga y les hacían buenas ofertas. Había ido con David y José Luis. Recogieron a José Luis en su casa y estaba con su amante y la novia le llamaba y él le decía a la otra que no sé le ocurriera hablar y que desde la ventana se le podía ver. Y ya en el bar del calvo otro pelón, pero este con algunos cabellos sueltos y más gordo y destartalado, habló con David sobre meterlo a trabajar en unos pisos vigilando a sus putas, que le pagaban mil euros y se las podía follar y sólo tenía que encargarse de que les pagaran y no les hicieran nada. Él parecía interesado aunque después descartó la idea. José Luis se dedicaba a contarle su vida a los borrachos que encontraba por el bar y Rasty Michels miraba una máquina de dardos. David, cuando abandonó sus gestiones para entrar en el mundo de la prostitución, se puso a hablar de pesca y marisqueo con un señor mayor que trabajaba de barrendero y antes se buscaba las papas con eso. «Yo pa las doradas pongo pellejos de carajo de mar, a veces voy a coger coquinas», «pues yo voy a coger navajas y algunas mojarras los domingos pa choquear en la bahía», «ah sí, a veces también cojo muergos pero por el carril de al lao del tren. Y cañaíllas por Torregorda. El otro día cogí un robalo en el espigón de allí, de antes de llegar a las rocas de las marismas». Y él, que ya había captado la regularidad con la que las luces de la máquina de dardos, la de tabaco y la tragaperras cambiaban, ya no tenía dinero y poco podía hacer, así que se despidió y se fue. «Rasty Michels, esto no te lleva a ningún lado, se decía, a perder la salud, el dinero, a nada más, no te vale para nada, sí, pero te lo has jugado todo a una carta. Ay Rasty Michels, nunca cambiarás». Llega a casa y se sirve una copa. Tere y la niña ya duermen.
Etiquetas: Absurdrealismo, alcohol, bohemia, drogas, fracaso, Generación de la Primera Crisis Siglo XXI, juventud, literatura, Nueva narrativa gaditana, perdedor, Realismo sucio, Recuerdos, Relato, sordidez
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