SIN RUMBO
.
Una vez frente a esa inmensidad, mi rumbo ya no era dirigido por mí: dejé mi destino más inmediato en manos de la suerte. Con algo dentro y fuera de mí que no me respondía como normalmente, y mucho menos de una manera convencional, andé* cerca del empinado camino de cemento y del abismo de arena y agua ante el que me postraba. Pasé ese tiempo con la única compañía de un libro que narraba la vitalidad de un viejo moribundo e indomable que vivía ya con la única ilusión de contemplar un poco más su pequeña huella tangible en este mundo
..... ....... ........... y la de que su enemigo mortal lo dejara antes que él.
Miradas acechando, yo en un recoveco y apoyado frente a un muro, salpicando mi rostro agua y arena. Era una mañana fría y ventosa en la que incluso cayó agua del cielo. En esa mañana, el corazón y la cabeza dolían por causas que se ignoraban o querían ser ignoradas, algo común en la gente, que prefiere vivir en la inconsciencia antes que conocer a fondo sus problemas. O simplemente sus realidades.
Una vez frente a esa inmensidad, mi rumbo ya no era dirigido por mí: dejé mi destino más inmediato en manos de la suerte. Con algo dentro y fuera de mí que no me respondía como normalmente, y mucho menos de una manera convencional, andé* cerca del empinado camino de cemento y del abismo de arena y agua ante el que me postraba. Pasé ese tiempo con la única compañía de un libro que narraba la vitalidad de un viejo moribundo e indomable que vivía ya con la única ilusión de contemplar un poco más su pequeña huella tangible en este mundo
..... ....... ........... y la de que su enemigo mortal lo dejara antes que él.
Miradas acechando, yo en un recoveco y apoyado frente a un muro, salpicando mi rostro agua y arena. Era una mañana fría y ventosa en la que incluso cayó agua del cielo. En esa mañana, el corazón y la cabeza dolían por causas que se ignoraban o querían ser ignoradas, algo común en la gente, que prefiere vivir en la inconsciencia antes que conocer a fondo sus problemas. O simplemente sus realidades.
Tras ser sobrevolado durante una cantidad de tiempo considerable por ese humo denso y simbólico de las flores del bien, pensé que había llegado el momento de iniciar el retorno. Sin demorarme más, volví como si fuera necesario, aunque sabía que la independencia que había conseguido me liberaba de esa necesariedad. Pero no sabía si era bueno o malo, lo seguro es que era mejor que todo siguiera como estaba.
Llegué a mi casa y debido al sopor y al sueño que sentía me quité la ropa y me dormí. Cuando desperté tenía la impresión de que hubiera pasado una eternidad, y aunque no hubiera pasado tanto tiempo, sí es verdad que había dormido un largo rato. El cielo estaba oscuro y en él se divisaban ya infinidad de astros. El cielo estaba despejado y tremendamente negro, la luna era más redonda y brillante que nunca. Mi cuerpo y mi mente experimentaban una extraña sensación de calma y posesión ajena. Ésta me colocaba al borde del abismo: se podían desatar mis impulsos más irreverentes y antisociales y otros que ni siquiera conocía.
Con este extraño estado de excitación y ese sentimiento de incursión de un ente ajeno en mí, sentía que necesitaba ver a gente. Por eso, decidí ir al lugar donde celebrábamos nuestras reuniones.
*No me gusta poner anduve.
Etiquetas: alcohol, bohemia, Bukowsky, fracaso, frasco, Generación Crisis Siglo XXI, Hemmingway, Jim Morrison, Me duele el sobaco, perdedor, Relato
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio