Los Flying Congrios

Publicación de relatos y poemas

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Lugar: Cádiz, Andalucía/Cádiz, Spain

Pescador de Congríos nacido en la antigua Mileto en el año 2000 de la era de John Lennon.

viernes, 20 de marzo de 2009

SIN RUMBO

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Una vez frente a esa inmensidad, mi rumbo ya no era dirigido por mí: dejé mi destino más inmediato en manos de la suerte. Con algo dentro y fuera de mí que no me respondía como normalmente, y mucho menos de una manera convencional, andé* cerca del empinado camino de cemento y del abismo de arena y agua ante el que me postraba. Pasé ese tiempo con la única compañía de un libro que narraba la vitalidad de un viejo moribundo e indomable que vivía ya con la única ilusión de contemplar un poco más su pequeña huella tangible en este mundo
..... ....... ........... y la de que su enemigo mortal lo dejara antes que él.
Miradas acechando, yo en un recoveco y apoyado frente a un muro, salpicando mi rostro agua y arena. Era una mañana fría y ventosa en la que incluso cayó agua del cielo. En esa mañana, el corazón y la cabeza dolían por causas que se ignoraban o querían ser ignoradas, algo común en la gente, que prefiere vivir en la inconsciencia antes que conocer a fondo sus problemas. O simplemente sus realidades.


El lugar estaba desierto y todo el que me vio, tanto cuando andaba desconcertado como cuando estaba sentado, fijó su mirada en mí e hizo, al menos en su interior, un juicio, seguro desafortunado, sobre mí. Éste no se correspondería con la realidad, pero eso era algo que no importaba, la realidad nunca ha existido –y si lo ha hecho, hace o hará no tiene ni tendrá la menor importancia o influencia– ni existirá. La gente no la conoce, la ignora. Es increíble hasta que punto las acciones no son buenas ni malas, importa únicamente quien las realiza y quien o quienes las juzgan. Lo mismo juzgado por unas personas en solitario y después juzgado por esas mismas pero juntas, cambia radicalmente aunque todas pensaran lo mismo por separado. Y lo mismo pasa si cambia la persona que realiza la acción. Una acción puede estar bien vista hecha por una estrella del rock pero mal vista si la realiza un vagabundo. Puede ser que este haya sido un ejemplo desafortunado y absurdo pero es lo que hay. La realidad no importa, no vale nada, sólo cuentan las apariencias, la fama, la gente es hipócrita y lo último que ve es la realidad. Por lo tanto, yo, siendo consciente de cual es la realidad –la tendré en cuenta–, viviré en la ficción. Eso sí, daré la imagen que quiera que tengan de mí aunque no se corresponda conmigo, viviré siendo partícipe de la hipocresía social. Como anticipé, mi comportamiento será totalmente premeditado, aunque tenga momentos de improvisación y actitudes de riesgo –sin riesgo y espontaneidad tampoco la vida es demasiado interesante–. Pero a grandes rasgos, seguiré en mi tónica ascendente y mis proyectos, que contra pronóstico de los más incrédulos, e incluso de los no tan incrédulos, llegarán a tomar la importancia que necesitan para ser relevantes y empezar a engordar sin unos límites claros.

Tras ser sobrevolado durante una cantidad de tiempo considerable por ese humo denso y simbólico de las flores del bien, pensé que había llegado el momento de iniciar el retorno. Sin demorarme más, volví como si fuera necesario, aunque sabía que la independencia que había conseguido me liberaba de esa necesariedad. Pero no sabía si era bueno o malo, lo seguro es que era mejor que todo siguiera como estaba.

Llegué a mi casa y debido al sopor y al sueño que sentía me quité la ropa y me dormí. Cuando desperté tenía la impresión de que hubiera pasado una eternidad, y aunque no hubiera pasado tanto tiempo, sí es verdad que había dormido un largo rato. El cielo estaba oscuro y en él se divisaban ya infinidad de astros. El cielo estaba despejado y tremendamente negro, la luna era más redonda y brillante que nunca. Mi cuerpo y mi mente experimentaban una extraña sensación de calma y posesión ajena. Ésta me colocaba al borde del abismo: se podían desatar mis impulsos más irreverentes y antisociales y otros que ni siquiera conocía.

Con este extraño estado de excitación y ese sentimiento de incursión de un ente ajeno en mí, sentía que necesitaba ver a gente. Por eso, decidí ir al lugar donde celebrábamos nuestras reuniones.




*No me gusta poner anduve.

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